Los principios de la sucesión ecológica pueden ser de aplicación en la relación entre el ser humano y la naturaleza. El marco de la teoría sucesional debe revisarse como base que permita resolver la actual crisis ambiental. La mayoría de las ideas referentes al desarrollo de sistemas ecológicos se basan, bien en datos descriptivos de los cambios producidos en comunidades bióticas obtenidos mediante la observación durante largos periodos de tiempo, o bien en suposiciones muy teóricas; muy pocas de las hipótesis generalmente aceptadas se han comprobado experimentalmente. Gran parte de la confusión, vaguedad y ausencia de trabajos experimentales en este área tienen su causa en la tendencia por parte de los ecólogos a considerar la sucesión como una idea simple y unidimensional, cuando en realidad se trata de un conjunto de procesos que interactúan entre sí y en el cual algunos llegan a contrarrestar las acciones de otros.
Según el planteamiento aquí presentado, la sucesión ecológica conlleva el desarrollo de los ecosistemas; se trata de un concepto que tiene muchos paralelismos con la biología del crecimiento de los organismos y también con el desarrollo de las sociedades humanas. Se considera un ecosistema, o sistema ecológico, a una unidad de organización biológica constituida por todos los organismos existentes en un área dada (es decir, una comunidad) que interactúan con el entorno físico de modo que el flujo de energía producido conduce a determinadas cadenas tróficas y ciclos de materiales característicos del sistema. El propósito de este artículo consiste en resumir en forma de cuadro, los componentes y etapas de desarrollo de un ecosistema, destacando aquellos aspectos de la sucesión ecológica que puedan aceptarse desde la base del conocimiento actual, aquellos que necesitan ser estudiados más a fondo y aquellos que tienen una especial importancia sobre la ecología humana.
Definición de sucesión
Una sucesión ecológica puede definirse en función de tres parámetros (Odum, 1963)
Los atributos del 1 al 5 del Cuadro 1 representan las variables de bioenergía del ecosistema. En las fases tempranas de una sucesión ecológica, en la naturaleza joven por así decirlo, la tasa de producción primaria, o fotosíntesis total (bruta), llamada P, supera la tasa de respiración (R) de la comunidad, de modo que la relación P/R es mayor que 1. En el caso singular de la contaminación orgánica, la relación P/R es por lo general menor que 1. En ambos casos, sin embargo, la teoría muestra que P/R tiende a 1 en el proceso de sucesión. En otras palabras, en un ecosistema maduro o que ha alcanzado su clímax, la energía fijada tiende a equilibrarse con el coste energético de mantenimiento (es decir, la respiración total de la comunidad). La relación P/R es, por tanto, un excelente indicador funcional de la madurez relativa del sistema.
En cuanto la tasa de producción P supera la de respiración R, la materia orgánica y la biomasa (B) se acumularán en el sistema (Cuadro 1, item 6), con el resultado de que la relación P/B tenderá a disminuir o, viceversa, las relaciones B/P, B/R o B/E (siendo E=P+R) aumentarán (Cuadro 1, items 2 y 3). En teoría, pues, la cantidad de biomasa que sigue creciendo gracias a la energía disponible (E) aumenta al máximo en la fase madura (Cuadro 1, item 3). En consecuencia, la producción neta o rentabilidad de la comunidad a lo largo de un ciclo anual es muy alta en la naturaleza joven y baja o tendente a cero en la naturaleza madura (Cuadro 1, item 4).
- Es un proceso ordenado de crecimiento de una comunidad, lo bastante direccional como para poder considerarlo predecible.
- Es el resultado de la modificación del entorno físico por parte de la comunidad. Esto significa que la comunidad controla el proceso de sucesión, aunque el entorno físico determine los patrones, el ritmo de los cambios y a menudo establezca los límites del crecimiento.
- La sucesión culmina en un ecosistema estable, en el cual se mantiene un máximo de biomasa (o contenido de mucha información) y de relaciones de simbiosis entre los organismos por unidad de flujo energético disponible.
Una sucesión ecológica puede definirse en función de tres parámetros (Odum, 1963)
Los atributos del 1 al 5 del Cuadro 1 representan las variables de bioenergía del ecosistema. En las fases tempranas de una sucesión ecológica, en la naturaleza joven por así decirlo, la tasa de producción primaria, o fotosíntesis total (bruta), llamada P, supera la tasa de respiración (R) de la comunidad, de modo que la relación P/R es mayor que 1. En el caso singular de la contaminación orgánica, la relación P/R es por lo general menor que 1. En ambos casos, sin embargo, la teoría muestra que P/R tiende a 1 en el proceso de sucesión. En otras palabras, en un ecosistema maduro o que ha alcanzado su clímax, la energía fijada tiende a equilibrarse con el coste energético de mantenimiento (es decir, la respiración total de la comunidad). La relación P/R es, por tanto, un excelente indicador funcional de la madurez relativa del sistema.
En cuanto la tasa de producción P supera la de respiración R, la materia orgánica y la biomasa (B) se acumularán en el sistema (Cuadro 1, item 6), con el resultado de que la relación P/B tenderá a disminuir o, viceversa, las relaciones B/P, B/R o B/E (siendo E=P+R) aumentarán (Cuadro 1, items 2 y 3). En teoría, pues, la cantidad de biomasa que sigue creciendo gracias a la energía disponible (E) aumenta al máximo en la fase madura (Cuadro 1, item 3). En consecuencia, la producción neta o rentabilidad de la comunidad a lo largo de un ciclo anual es muy alta en la naturaleza joven y baja o tendente a cero en la naturaleza madura (Cuadro 1, item 4).
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